2 de noviembre de 2019

Tres obras maestras de la novela corta

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El rancho de los sueños rotos  
De ratones y hombres (1937) | John Steinbeck


De ratones y hombres (Of Mice and Men, 1937), del estadounidense John Steinbeck, conmueve por tratar con crudo realismo la vida dura de gente sencilla durante la Gran Depresión, la grave crisis económica de la década de 1930.
Después de errar por diversos pueblos de California, Estados Unidos, Lennie Small y George Milton consiguen empleo en un rancho cerca de Soledad. Deben cargar sacos de cebada a cambio de 50 dólares mensuales, comida y cama en un barracón. En esta hacienda ambos amigos conocen al negro Crooks, cuya espalda se encuentra torcida porque un caballo lo coceó y a quien se le prohíbe entrar al barracón por su color de piel, y al viejo Candy, el barrendero, que se siente inútil desde que perdió una mano hace cuatro años.
En esas circunstancias, Lennie y George acarician la idea de tener una granja para vivir juntos y sostenerse con lo que producirían. El viejo Candy se ilusiona también con ese proyecto y quiere unírseles. Sin embargo, es complicado salir de la situación en la que subsisten.
El negro Crooks los desalienta: «He visto más de cien hombres venir por los caminos a trabajar en los ranchos, con sus hatillos de ropa al hombro, y esa misma idea en la cabeza. Cientos de ellos. Llegan y trabajan y se van; y cada uno de ellos tiene un terrenito en la cabeza. Y ni uno solo de esos condenados lo ha logrado jamás».
¿Será posible alcanzar el sueño? ¿Qué hace la mayoría de los trabajadores con el poco dinero que reciben? Se lo gastan en whisky, en el burdel, en las cartas o en los dados. Así, no progresan, no salen del hoyo.
La bella esposa de Curley, hijo del patrón, tiene también una ilusión. Cree que podría ser actriz de teatro. Además, un tipo le dijo que podía introducirla en el mundo del cine. Pero la realidad es otra: vive en una hacienda rodeada de hombres que trabajan como bestias.
En ese ambiente la tragedia ronda. El fortachón Lennie Small (cuyo apellido en inglés, ‘pequeño’, contrasta con su físico) viene de escapar de un linchamiento en Weed, donde una joven lo acusó de violación, cuando él solo quería seguir acariciando su suave vestido.
A este grandulón con mente de niño le gusta jugar con ratones, pero su torpeza hace que siempre los mate sin querer. Un cachorrito del rancho al que llega con George es otra de sus víctimas de su diversión.
«Si [el patrón] descubre lo imbécil que eres, no nos va a dar trabajo, pero si te ve trabajar antes de oírte hablar, estamos contratados. ¿Lo has entendido?», le advierte George en cierto momento, quien sin duda lo pasaría mejor si viajara solo.
Al conocer a la esposa de Curley, George le advierte a Lennie que debe evitarla: «Las he conocido peligrosas, pero jamás he visto veneno como esta. Es un cebo para la cárcel. Déjala tranquila». En otro momento, el intuitivo George señala: «Va a haber un tremendo lío por culpa de ella. Esa mujer es como un revólver con el gatillo listo». Temeroso, Lennie quiere irse de ahí, pero George lo detiene porque necesitan trabajar.
Con estos ingredientes, está cantado que habrá muerte. ¿Cómo? El lector tiene la tarea de llegar al final, de disfrutar de un magnífico libro que brilla por su crítica social, su sencillez en el lenguaje y en su estructura lineal. De ratones y hombres rápidamente alcanzó la fama como un clásico sin discusión.



John Steinbeck.

La frase: «No se necesitan sesos para ser bueno. A veces me parece que es más bien al contrario. Casi nunca un tipo muy listo es un hombre bueno» (De ratones y hombres, John Steinbeck).



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Contra la tiranía
Rebelión en la granja (1945) | George Orwell



El camarada Iósif Stalin luchó a inicios del siglo XX contra las injusticias de la Rusia zarista al lado de los bolcheviques. Más tarde, participó en la revolución de 1917, que lideró Vladímir Lenin y que derrocó el gobierno provisional de Aleksandr Kérenski. Al año siguiente, en el diario Pravda, afirmó que León Trotski fue uno de los artífices del triunfo, pero con el poder en sus manos, en 1929, lo expulsó con falsas acusaciones, por ser su principal opositor.
Como muestra del culto a la personalidad, en 1925, cambió el nombre de la ciudad de Volgogrado por el de Stalingrado. Durante su régimen, Stalin impulsó con fuerza la industrialización y la colectivización de la agricultura. Para superar periodos de profunda crisis, la población hizo grandes sacrificios. Poco a poco, el país se volvió potencia, pero una de las cosas que criticó años antes se hizo parte de su gobierno: la represión. En la década de 1930 mandó a asesinar a cientos de miles de opositores e inocentes a quienes acusó de querer complotar contra él, etapa llamada la Gran Purga.
Días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tuvo buenos tratos con Adolf Hitler, pero este lo atacó sorpresivamente meses después. Sin embargo, Stalin se sobrepuso y venció a la Alemania nazi, aunque a costa de más de 25 millones de víctimas.
Estos hechos históricos fueron tomados en cuenta por el británico George Orwell, un socialista democrático, para escribir su relato Rebelión en la granja (Animal Farm, 1945). En un giro genial, el autor emplea como personajes a animales en vez de seres humanos. Los cerdos Viejo Mayor («de aspecto sabio y bonachón»), Napoleón (de apariencia «feroz») y Snowball («de carácter débil») son fácilmente identificables con Lenin, Stalin y Trotski.
«Los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto de nuestro trabajo», dice Viejo Mayor a los animales de la descuidada granja del señor Jones. (Sin duda, Orwell alude al régimen zarista). «En la lucha contra el Hombre —advierte el cerdo—, no debemos llegar a parecernos a él. Aun cuando lo hayáis vencido, no adoptéis sus vicios». Sin embargo, como la historia muestra en repetidas oportunidades, el poder corrompe.
Tras la rebelión, los siete mandamientos que establecieron Napoleón y Snowball fueron transformados con el tiempo según las conveniencias particulares. La tiranía del primer cerdo se impuso con el apoyo de perros feroces y gruñones. La vida se volvió para el resto solo «hambre y trabajo», con libertades recortadas. Además, se instaló un régimen de terror con confesiones y ejecuciones que recuerda a la Gran Purga.
Otro modo del mal uso del poder es la manipulación de la historia. Los hechos se tergiversan según las ventajas que se puedan sacar. La persuasión juega aquí un rol importante para hipnotizar al auditorio. Sin reacción, las cosas empeoran. Hay que tener en cuenta que todo elemento cuando ya no es útil se desecha, así se haya entregado por completo a la causa, como el caballo Boxer.
Esta sátira sencilla va más allá de un rechazo a la tiranía estalinista. Con un lenguaje directo y de carácter universal, pues su público comprende desde un niño, esta parábola critica todo tipo de totalitarismos. Escrita de noviembre de 1943 a febrero de 1944, el original de Rebelión en la granja fue rechazado por cuatro editoriales que no querían incomodar a la Unión Soviética, aliado del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Orwell defendió su obra y vio al fin su publicación en 1945, hoy una de las novelas breves cumbres de la literatura.

George Orwell.

La frase: «La vida de un animal es solo miseria y esclavitud» (Rebelión en la granja, George Orwell). 



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Un asunto de honor
Crónica de una muerte anunciada (1981) | Gabriel García Márquez



«Volví a este pueblo olvidado tratando de recomponer con tantas astillas dispersas el espejo roto de la memoria», dice el narrador anónimo de Crónica de una muerte anunciada (1981), novela Gabriel García Márquez, obra que reconstruye un crimen absurdo ocurrido hace casi tres décadas.
Con un espíritu de reportero, el narrador se vale de entrevistas a diversas personas, frases de un expediente judicial y su propio recuerdo, pues fue amigo de infancia y adolescencia de Santiago Nasar, la víctima. Hay que apuntar que era, asimismo, primo remoto de los Vicario, los asesinos. Es decir, tenemos un testigo de excepción.
El narrador sabe bien que a veces una conversación es insuficiente. «Me confesó en una visita posterior, cuando ya su madre había muerto», señala acerca de sus indagaciones. A veces de un largo interrogatorio consigna una frase. No abunda en reiteraciones. En resumen, el relato es producto de un impresionante poder de concisión.
Desde la primera línea, un inicio sugerente, se sabe que el protagonista será asesinado («El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana»). ¿Por qué lo querían asesinar? ¿Quién o quiénes deseaban su muerte? ¿Cómo ocurrió el crimen? Las respuestas las tendrá el lector a medida que avanza, en un camino sembrado de abundante información.
El primer párrafo anuncia, además, un manejo despiadado de los tiempos. Del presente pasa a las 5.30 del día de la muerte, de ahí menciona lo que soñó poco antes Santiago Nasar e inmediatamente lo que le contó 27 años después la madre de este al narrador. Así se edifica esta historia, compuesta por cinco secciones desprovistas de título.
¿Dónde se encontraba el narrador durante el crimen? En un burdel, con María Alejandrina Cervantes, «la más servicial en la cama». Visitar el prostíbulo del pueblo era visto como algo casi natural. El machismo es evidente en la sociedad del lugar. En este contexto, Divina Flor, hija de una cocinera, «se sabía destinada a la cama furtiva de Santiago Nasar». El mayor ejemplo de esta tara enquistada en América Latina es que Bayardo San Román, horas después de casarse, rechaza a la bella Ángela Vicario por no ser virgen. Una frase de la madre de esta acerca de sus hijas es muy ilustrativa también: «Son perfectas. Cualquier hombre será feliz con ellas, porque han sido criadas para sufrir».
La hipérbole, marca registrada de García Márquez y del realismo mágico, se expresa en los gastos de la boda de Bayardo San Román. Un caso: «Se consumieron 205 cajas de alcoholes de contrabando y casi 2.000 botellas de ron de caña que fueron repartidas entre la muchedumbre». Del mismo modo, es llamativo que muchas cosas pudieron evitar el crimen, pero no lo consiguieron, como la nota enviada a la casa de Santiago Nasar en la que le avisan que lo esperan para matarlo.
El crimen mismo parece parte de un espectáculo: «Todo lo que ocurrió a partir de entonces fue del dominio público. La gente que regresaba del puerto, alertada por los gritos, empezó a tomar posiciones en la plaza para presenciar el crimen».
Como un gesto simpático queda la mención cariñosa a Mercedes Barcha, esposa en la vida real del autor, quien no oculta algunos nombres de su familia en la novela. Otro ejemplo de enlazar algo es cuando señala que el padre de Bayardo San Román fue un general que se enfrentó al coronel Aureliano Buendía, el protagonista de Cien años de soledad (1967), obra del propio García Márquez.
El argumento se basa en un hecho real ocurrido en 1951, en la región Caribe de Colombia. Las descripciones son precisas y el estilo, impecable; salvo unos defectillos, como un pleonasmo: «me dijeron a mí». Un argumento magnífico, contado de una manera genial. Bien puede aplicarse aquí una frase atribuida al ruso León Tolstói: «Pinta tu aldea y serás universal».

Gabriel García Márquez.

La frase: «Ningún lugar de la vida es más triste que una cama vacía» (Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez).