3 de junio de 2024

El proceso (1925)

 «««««

Pesadilla burocrática  
El proceso (1925) Franz Kafka


El proceso (Der Prozess, 1925), del austrohúngaro Franz Kafka, de origen judío, presagia los horrores de diversos problemas que se intensificarían en el siglo XX, como la burocracia, la angustia y la absurda naturaleza de la existencia humana. Redactada en alemán en 1914 y 1915, la novela fue publicada en 1925, un año después de la muerte de su autor, a pesar de que él había solicitado a su amigo Max Brod que la incinerara junto con otras obras inéditas.
Solo un fragmento de este libro, el breve texto «Ante la ley», una parábola que trata sobre la búsqueda del significado, la autoridad y la inevitabilidad de la muerte, se publicó durante la vida de Kafka, en 1915 y 1916. El resto de la obra apareció de manera póstuma.
Una mañana, antes de dirigirse al trabajo, Josef K., quien cumple 30 años ese día, es visitado en su habitación por dos desconocidos. Ellos le informan que está arrestado, sin especificar la razón, aunque le permiten continuar con sus labores. Esta situación absurda e inusual recuerda a la de La metamorfosis (Die Verwandlung, también traducida como La transformación, 1915), donde el protagonista despierta convertido en un insecto.
Uno de los guardias que arresta a Josef K. se llama Franz, al igual que el autor. El protagonista, cuyo apellido es solo la inicial K., es un ciudadano ejemplar y apoderado general de un banco importante. «No puedo encontrar la menor falta de la que se me pueda acusar», afirma. En su trabajo, es valorado por su talento organizativo y tiene un despacho grande con una antesala, motivo de orgullo en su familia. En este juego de espejos, Kafka, quien fue empleado en dos compañías de seguros en Praga, refleja parte de su propia personalidad.
El narrador mezcla lo absurdo con experiencias cotidianas, lo que da verosimilitud al relato. Al protagonista no se le indica cómo debe llevar su proceso ni se le informa de manera adecuada sobre la hora del interrogatorio o la segunda sesión a la que debe asistir («lo trataban con curioso descuido o indiferencia»). Otro aspecto extraño es que el juez de instrucción, como si desconociera completamente al acusado, le pregunta a K. si es pintor de brocha gorda. Sin embargo, se menciona que el protagonista vive en un Estado de derecho, donde reinan la paz y el respeto por las leyes. 
Josef K. no se guarda nada. Frente a un público que llena la sala, critica al sistema judicial, señalando que es una gran organización que emplea a guardianes corruptos, inspectores ridículos y jueces de instrucción mediocres. Luego se da cuenta de que todos llevan una insignia común. El magistrado que lleva su proceso concluye: «Hoy —tal vez no haya tenido conciencia de ello— se ha privado de las ventajas que un interrogatorio reporta en cualquier caso al detenido». 
¿Es Josef K. autodestructivo? Molesto y convencido de su inocencia, le declara al tribunal que no toma su proceso muy en serio. Esta actitud podría volverse en su contra. Además, tampoco muestra mucha atención hacia el anciano abogado Huld, a pesar de sus influyentes relaciones.
K. descubre que su comportamiento es conocido en otros círculos. Leni, la asistente de Huld, le comenta: «He oído decir que es usted demasiado intransigente». El protagonista no acepta ayuda. «Has perjudicado terriblemente tu caso, que iba por buen camino. Te escondes con esa insignificancia [se refiere a Leni], que además es evidentemente la amante del abogado, y te quedas horas», le reprocha su tío. Por otro lado, un cliente de Huld comenta sobre el abogado: «Es vengativo».
Luego descubrirá que el juez de instrucción, en lugar de libros de leyes, tiene publicaciones obscenas. También se enterará que los acusados son humillados, ignorados y pasan su tiempo en las múltiples oficinas de los laberínticos edificios del sistema judicial. «Hace un mes he solicitado una prueba relativa a mi caso y estoy esperando a que se practique», dice uno de los procesados. El pintor Titorelli, muy conocedor del entramado judicial y quien hace retratos de los magistrados, le señala que el tribunal, al final, «saca de alguna parte, en donde al principio no había nada, una enorme culpa». 
En el transcurso de esta extravagante aventura judicial, nos encontramos con mujeres relacionadas con el aspecto sexual: Elsa, camarera en un bar que K. frecuenta por placer carnal. La señorita Bürstner, mecanógrafa que suele salir temprano al trabajo y regresar tarde a casa, lo que suscita sospechas sobre su reputación. La señora Grubach, la dueña de la casa de alquiler, comenta: «Este mes la he visto dos veces en calles apartadas, siempre con señores distintos. Me resulta muy penoso». El protagonista besa a esta joven en los labios el día de su arresto
Continuemos: La esposa del ujier, descrita como dueña de un «cuerpo cálido, exuberante y flexible», que se ofrece sexualmente y es utilizada por personal de mayor rango que su esposo, quien acepta resignado esta situación. K. piensa que «está corrompida como todos los de aquí». Leni, la asistenta del abogado, actúa también como enfermera en muchos casos y se involucra con la mayoría de los acusados que son clientes de su jefe. Como se aprecia, todos los personajes femeninos ocupan papeles secundarios. Es importante mencionar que el autor mantuvo relaciones amorosas que no culminaron en matrimonio, un compromiso que evitaba a toda costa. 
Dado que Kafka no revisó el manuscrito de El proceso antes de enviarlo a la imprenta, es comprensible que se hayan deslizado algunos descuidos. En un momento, el tío de Josef K. es mencionado como Karl y en otro como Albert. Además, en una parte se dice que la casa del pintor Titorelli está «en un suburbio diametralmente opuesto al de las oficinas del tribunal», pero poco después se revela que estas son parte del mismo lugar. Por otro lado, en un momento, Leni no puede ingresar para ver a su jefe porque K. cerró la puerta con llave, pero luego el abogado la llama y ella entra sin dificultad. En el capítulo «La catedral», K. tiene una cita con un cliente italiano a las diez, pero llega «puntual» a las once, y después de cierto tiempo, aún es las once.
Al principio, la historia puede parecer difícil de entender, pues requiere bastante atención del lector. Además, los diálogos entre comillas, en lugar de rayas como es común, están presentes en párrafos largos, lo que crean una atmósfera densa en el relato. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena, ya que El proceso deja una profunda impresión en aquellos que se adentran en sus páginas. Esta obra, con su increíble arte narrativo, anticipa de manera notable las sociedades totalitarias que la humanidad experimentaría. Es una ficción distópica que atrae a lectores de diversas disciplinas, como sociólogos, abogados y filósofos, quienes suelen encontrar interpretaciones tan dispares como válidas.

Este comentario toma citas de la traducción de Miguel Sáenz. 

Tráiler de la adaptación cinematográfica de Orson Welles (1962). 

Franz Kafka (1883-1924).

sospechoso. «Para el sospechoso el movimiento es mejor que el reposo, porque quien reposa, sin saberlo, puede estar en una balanza y ser pesado con sus pecados» (El proceso, Franz Kafka).