Borges fotografiado por Grete Stern en 1951.
Aunque cultivó la poesía y el ensayo, el
argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) debe su mayor reconocimiento a la ficción breve.
Reunidos en cinco volúmenes, en total setenta cuentos, estos van desde el criollo, como «Hombre de la esquina rosada» (1927), con un lenguaje de los arrabales, hasta el intelectual, como «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» (1940), en que figuran muchos libros.
Diversas obras desfilan en sus concisas creaciones: la Biblia, Las mil y una noches, El Quijote, enciclopedias y publicaciones ficticias. Asimismo autores, de preferencia poetas ingleses y filósofos germanos. Las referencias bibliográficas aparecen, incluso, en narraciones policiales, como «El jardín de senderos que se bifurcan» (1941).
En algunos casos, lo que ha motivado en calificarlos de relatos fantásticos, los protagonistas poseen poderes extraordinarios, como en «Las ruinas circulares» (1940), «Funes el memorioso» (1942) o «El inmortal» (1947). En otros ejemplos encontramos al gaucho, como en «El Sur» (1953).
En varios textos, por otra parte, los personajes se mueven por la venganza, como en «Emma Zunz» (1948). En ciertos relatos nos remontamos a periodos y geografías distantes, como en «La casa de Asterión» (1945), ambientado muchos años antes de Cristo en una isla griega. En él figura un laberinto, uno de los elementos recurrentes en el escritor bonaerense como lo es el espejo. Precisamente, en su cuento más famoso, «El Aleph» (1945), un pequeño objeto refleja todo el mundo.
Al margen de los temas tratados, el lenguaje de Borges se distingue por su economía, algo poco común en la lengua castellana. Casi nada sobra. Así, su lectura no resulta sencilla. Exige, a la vez, cierta cultura.
Hay que notar también que algunas reflexiones son para enmarcar: «La metafísica es una rama de la literatura fantástica» o «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido». La elección precisa de los verbos y adjetivos es otra marca registrada. Un autor genial, en suma. Un narrador esencial.
Reunidos en cinco volúmenes, en total setenta cuentos, estos van desde el criollo, como «Hombre de la esquina rosada» (1927), con un lenguaje de los arrabales, hasta el intelectual, como «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» (1940), en que figuran muchos libros.
Diversas obras desfilan en sus concisas creaciones: la Biblia, Las mil y una noches, El Quijote, enciclopedias y publicaciones ficticias. Asimismo autores, de preferencia poetas ingleses y filósofos germanos. Las referencias bibliográficas aparecen, incluso, en narraciones policiales, como «El jardín de senderos que se bifurcan» (1941).
En algunos casos, lo que ha motivado en calificarlos de relatos fantásticos, los protagonistas poseen poderes extraordinarios, como en «Las ruinas circulares» (1940), «Funes el memorioso» (1942) o «El inmortal» (1947). En otros ejemplos encontramos al gaucho, como en «El Sur» (1953).
En varios textos, por otra parte, los personajes se mueven por la venganza, como en «Emma Zunz» (1948). En ciertos relatos nos remontamos a periodos y geografías distantes, como en «La casa de Asterión» (1945), ambientado muchos años antes de Cristo en una isla griega. En él figura un laberinto, uno de los elementos recurrentes en el escritor bonaerense como lo es el espejo. Precisamente, en su cuento más famoso, «El Aleph» (1945), un pequeño objeto refleja todo el mundo.
Al margen de los temas tratados, el lenguaje de Borges se distingue por su economía, algo poco común en la lengua castellana. Casi nada sobra. Así, su lectura no resulta sencilla. Exige, a la vez, cierta cultura.
Hay que notar también que algunas reflexiones son para enmarcar: «La metafísica es una rama de la literatura fantástica» o «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido». La elección precisa de los verbos y adjetivos es otra marca registrada. Un autor genial, en suma. Un narrador esencial.
Aquí mis doce cuentos predilectos de Jorge Luis
Borges:
1. «Hombre de la esquina rosada» (1927), de Historia
universal de la infamia (1935). El narrador, «el hombre
de la esquina rosada», cuenta a un tal «Borges» lo ocurrido una noche hace años
en un galpón donde coincidían «la caña, la milonga, el hembraje». Francisco
Real, el Corralero, «alto, fornido», de rostro aindiado, llegó de un barrio del
norte con violencia, acompañado de otros hombres. Con soberbia, retó a Rosendo
Juárez, el Pegador, célebre por su destreza con el cuchillo, a quien el
narrador admiraba («los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de
escupir»). Sin embargo, Juárez se negó a pelear. La Lujanera, de cuya belleza
se dice: «Verla no daba sueño», desairó a este para irse con el Corralero. En
tales circunstancias, el narrador se retiró del salón, pero volvió poco
después. Minutos más tarde, la Lujanera regresó, esta vez con el Corralero que
agonizaba. Ella contó que un desconocido retó al Corralero y le clavó un puñal.
Un compañero de este cree que ella lo mató, pero el narrador rechazó tal
argumento y explicó que ella no tenía la fuerza suficiente para cometer tal crimen.
En ese momento, escucharon que la Policía a caballo se acercaba y, para evitar
problemas, arrojaron el cadáver del Corralero a un arroyo cercano. Así,
continuaron con el baile. El narrador, al final, insinúa que él mató al
Corralero.
¿Por qué es valioso? Porque utiliza con ingenio el lenguaje de los compadritos. Así, recoge términos como 'esperiencia', 'güen', 'jué', 'm’hija', 'oservé'. Por otro lado, ofrece gran cantidad de situaciones en pocas líneas. No necesita muchas palabras para describir a un personaje. El giro que le da en las últimas líneas es magistral.
morir. «Para morir no se precisa más que estar vivo».
¿Por qué es valioso? Porque utiliza con ingenio el lenguaje de los compadritos. Así, recoge términos como 'esperiencia', 'güen', 'jué', 'm’hija', 'oservé'. Por otro lado, ofrece gran cantidad de situaciones en pocas líneas. No necesita muchas palabras para describir a un personaje. El giro que le da en las últimas líneas es magistral.
morir. «Para morir no se precisa más que estar vivo».
2. «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» (1940), de Ficciones (1944). El narrador recuerda que durante una
conversación con Bioy Casares, este citó a un heresiarca de Uqbar («Los
espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los
hombres»). Sin embargo, advierte que Uqbar es un país que no existe, salvo
en cuatro páginas de un volumen de una enciclopedia de Bioy Casares. En ella se
describen varios aspectos de este lugar. Su literatura, por ejemplo, que es de carácter fantástico. Ambos investigan, pero no se enteran de más detalles hasta
que el narrador descubre, dos años después, en 1937, que un amigo de su padre,
al fallecer, dejó entre sus cosas el undécimo tomo de una enciclopedia dedicada
íntegramente a Tlön, el planeta al que pertenece Uqbar. Así, se entera acerca del
concepto del universo que tienen los habitantes de este mundo, quienes ensalzan
la percepción y no el materialismo. En una posdata de 1947, el narrador revela
que Tlön es creación de una sociedad secreta de intelectuales llamada Orbis
Tertius. Su origen se remonta a inicios del siglo XVII. Muchos años después un
millonario propuso describir este planeta inventado en una enciclopedia
voluminosa. La edición de los cuarenta volúmenes de la primera enciclopedia de
Tlön culminó en 1914. Hacia 1944, en Memphis, se descubrió la colección
completa, hecho que los medios de comunicación difundieron. La influencia de Tlön
poco a poco se extiende a diversos campos, como la farmacología y la
arqueología. El narrador cree que con los años la Tierra se convertirá en Tlön.
¿Por qué es valioso? Porque es un despliegue impresionante de erudición para una
historia que lo exige. Consigna palabras o frases en latín, inglés, francés. Señala conceptos de filósofos como Berkeley, Schopenhauer, Russell.
Salta culturas, geografías, tiempos. Inventa referencias, las que mezcla con
obras reales, sea en el cuerpo del texto o en notas a pie. Es de notar que algunas escenas transcurren en bibliotecas y librerías. Como guiños al
lector, en el relato figuran amigos escritores de Borges: su compatriota
Bioy Casares, el mexicano Alfonso Reyes, el uruguayo Enrique Amorim. Es un cuento complejo, con características de ensayo. La invención de libros,
de autores y hasta de un planeta es impresionante. Qué imaginación. Un dato
curioso es que la posdata es de 1947, posterior a la primera publicación del
cuento, que es de 1940. Me incomodan, eso sí, las coincidencias: que uno de los
receptores de un volumen de la enciclopedia dedicada a Tlön sea amigo del padre
del narrador. También que este halla tenido contacto con un objeto de este
planeta: un cono de metal reluciente de peso «intolerable».
multiplicación. «Los espejos y la cópula son
abominables porque multiplican el número de los hombres».
metafísica. «La metafísica es una rama de la literatura
fantástica».
3. «Las ruinas
circulares» (1940), de Ficciones (1944). Un hombre llega a una ruina circular, un
templo coronado por «un tigre o caballo de piedra», santuario que había sufrido
un incendio muchos siglos atrás. «El propósito que lo guiaba no era imposible,
aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad
minuciosa e imponerlo a la realidad». Tras muchas dificultades, el mago crea un
hombre, pero este no se mueve. Así, pide ayuda al dios del Fuego, que despierta
al mancebo («pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches
secretas»). Solo este dios y el soñador saben el origen de este ser fantasmal,
quien es enviado a otro templo, donde en cierto momento camina sobre las llamas
sin quemarse. Teme que su hijo soñado se entere de que es «la proyección del
sueño de otro hombre». En estas circunstancias, las ruinas circulares donde se
encontraba el mago son amenazadas por el fuego. El soñador se sorprende que
puede atravesarlo sin dañarse. Advierte que es un hombre soñado por otro. «Con
alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una
apariencia, que otro estaba soñándolo».
¿Por qué es valioso? Por el manejo de adjetivos («selva palúdica» o «muralla dilapidada») o de
verbos infrecuentes («subvenir» o «fatigar»). Es decir, por el inusual dominio
del lenguaje. Por su manera brillante de cambiar la historia en las últimas
líneas. Por un argumento aparentemente sencillo que es de gran profundidad.
Permite reflexionar acerca de las repeticiones que ocurren en la humanidad, del
deseo de los hombres en ser creadores y de la ignorancia de nuestro origen.
¿Somos producto de un sueño? ¿Qué es la vida?
sueño. «El empeño de modelar la materia incoherente y
vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un
varón».
hijos. «A todo padre le interesan los hijos que ha
procreado».
4. «El jardín de
senderos que se bifurcan» (1941), de Ficciones (1944). Durante la Primera Guerra Mundial, Yu
Tsun, quien trabaja como espía para el Imperio alemán en suelo inglés, huye de
la persecución del capitán Richard Madden, que asesinó en defensa propia a su
colega prusiano Viktor Runeberg. Con la intención de transmitir a su jefe de
Berlín qué ciudad debe bombardear, por la guía telefónica, ubica a un sinólogo,
«la única persona capaz de transmitir la noticia». Mientras Madden le pisa los
talones, viaja en tren a Fenton en busca del doctor Stephen Albert, quien lo recibe
en su casa. Yu Tsun se entera de que este era un especialista en la obra de su
bisabuelo, Ts’ui Pên, autor de la incomprendida novela El jardín de senderos que se
bifurcan (Yu Tsun recuerda:
«En el tercer capítulo muere el héroe, en el cuarto está vivo»). Albert le
explica la intención filosófica del libro, que en su trama caótica ofrece un
laberinto temporal, no espacial, infinito, una idea particular del tiempo.
Cuando Yu Tsun siente que Madden asecha, le dispara a Albert, cuya muerte es
difundida en los periódicos. Así, su jefe de Berlín se entera que el arsenal
inglés se encontraba en esa ciudad y bombardea el lugar. Yu Tsun es condenado a
la horca.
¿Por qué es valioso? ¿Es posible una historia de espías con reflexiones
filosóficas? Borges lo consigue aquí. ¿Qué es el tiempo? ¿Cómo transmitir un
mensaje? ¿Cómo ocultarlo? El cuento es perspicaz para relacionar detalles. Es
cerebral. Todo está pensando, calculado. Sin embargo, como en el cuento «Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius», disgusta las coincidencias. De forma insólita, Yu Tsun encuentra a un
especialista en la obra de su bisabuelo.
presente. «Siglos de siglos y solo en el presente
ocurren los hechos».
misión. «El ejecutor de una empresa atroz debe
imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable
como el pasado».
enemigo. «Un hombre puede ser enemigo de otros hombres,
de otros momentos de otros hombres, pero no de un país: no de luciérnagas,
palabras, jardines, cursos de agua, ponientes».
alternativa. «En todas las ficciones, cada vez que
un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las
otras».
omitir. «Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas
ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla».
tiempo. «El tiempo se bifurca perpetuamente hacia
innumerables futuros».
5. «Funes el memorioso»
(1942), de Ficciones (1944). Un narrador, de origen argentino,
recuerda a Ireneo Funes, a quien conoció en 1884, en Uruguay. Este, de rostro
«aindiado», hijo de una ‘planchadora’, era célebre en su pueblo de Fray Bentos
por dar la hora exacta sin ver el reloj. Un accidente de equitación que sufrió
lo postró en la cama, lo dejó hemipléjico, pero le otorgó la capacidad de
recordar todo. En una habitación abandonada, el narrador lo visita en 1887.
Queda muy sorprendido por su increíble memoria. «Dos o tres veces había
reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción
había requerido un día entero», señala el narrador. Se añade: «No solo le
costaba comprender que el símbolo genérico ‘perro’ abarcara tantos individuos
dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las
tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las
tres y cuarto (visto de frente)». Aquella vez se amanecen conversando. Funes
fallecería en 1889, a los 21 años, de una vulgar enfermedad: una congestión
pulmonar. Medio siglo después, el narrador tiene el encargo de escribir un
breve texto para un libro colectivo sobre la singular vida de Funes,
considerado «un precursor de los superhombres».
¿Por qué es valioso? No solo es «una larga metáfora del insomnio», como lo calificó
su autor. Es un intento curioso de atrapar un mundo infinito. Es la historia de
un hombre cuya capacidad de recordar todo lo abruma. Lo que muchos desean,
para el protagonista es una maldición. Sin embargo, como señala el narrador, es
«inverosímil y hasta increíble que nadie hiciera un experimento con Funes».
pueblo. «Todo se propala en un pueblo chico».
dormir. «Dormir es distraerse del mundo».
pensar. «Pensar es olvidar diferencias, es
generalizar, abstraer».
6. «El Sur» (1953), de Ficciones (1944). A inicios de 1939 Juan Dahlmann,
secretario de una biblioteca municipal de Buenos Aires, se golpea la cabeza contra el borde de un batiente no cerrado por descuido. El accidente lo lleva a ocho
días críticos en un hospital y a confusos momentos. En algunos momentos parece
que se encuentra en el sanatorio y en otros parece que se halla en el Sur.
¿Acaso son las alucinaciones? ¿Son solo sus deseos o se ha recuperado y ha
viajado al Sur? «Era como si a un tiempo fuera dos hombres: el que
avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria, y el otro,
encarcelado en un sanatorio y sujeto a metódicas servidumbres». Dahlmann llega
al rancho que heredó de su abuelo, al Sur. Lleva consigo un ejemplar valioso de Las mil y una noches. En el
camino ingresa a una cafetería, donde encuentra al dueño, a un viejo gaucho en
la barra y a tres tipos en otra mesa, quienes empiezan a molestarle con
bolitas de pan. Dahlmann decide irse, pero uno de los tipos lo desafía a una
pelea, con un cuchillo. Como Dahlmann estaba desarmado, el anciano gaucho le
arrojó un cuchillo. Aunque Dahlmann no sabía usar el arma, aceptó el reto y
salió a luchar a la llanura. Dahlmann supuestamente muere.
¿Por qué es valioso? Trata un tema que enfrentamos todos: la muerte. Sea en
el hospital o en una pelea por honor. Por otro lado, se observa la necesidad de
la ficción. Como Scheherazade, de Las mil y una noches,
Dahlmann inventa una historia, pese a que sabe que morirá.
realidad. «A la realidad le gustan las simetrías y los
leves anacronismos».
7. «El inmortal» (1947), de El Aleph (1949). Se transcribe un manuscrito de Marco
Flaminio Rufo, tribuno militar de una legión de Roma, quien se entera de un río
que otorga la inmortalidad a quien bebe sus aguas. Acompañado de varios
solados, encuentra el río sin saber que era el que buscaba. Tras perderse en un
laberinto subterráneo, conoce la Ciudad de los Inmortales. Al salir, un
troglodita lo espera, a quien decide llamar Argos, como el perro de Ulises, de La Odisea. Más tarde, el
troglodita le confiesa que es Homero. El militar romano, con el tiempo, se
harta de no perecer. En cambio, para los mortales, cada acto que ejecutan puede ser el
último. Ello le da cierto sentido a la vida. «Homero compuso La Odisea; postulado un plazo
infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer,
siquiera una vez, La Odisea».
Así como existe un río que otorga la inmortalidad, debe haber uno que la
arrebate. Con este fin, los trogloditas buscan este lugar. El militar romano lo
encuentra en el norte de África y vuelve a ser mortal. Después de varias
aventuras, en 1929, fallece.
¿Por qué es valioso? Juega con la imaginación, la lleva al extremo y
permite reflexionar acerca de la inmortalidad. ¿Qué pasaría si nunca llegáramos
a morir? ¿Serían aburridas nuestras vidas?
muerte. «Dilatar la vida de los hombres era dilatar su
agonía y multiplicar el número de sus muertes».
laberinto. «Un laberinto es una casa labrada para
confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, esta
subordinada a ese fin».
realidad. «Nada es real».
inmortal. «Ser inmortal es baladí; menos el hombre,
todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo
incomprensible, es saberse inmortal».
inmortal. «Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es
todos los hombres».
muerte. «La muerte (o su alusión) hace preciosos y
patéticos a los hombres. Estos se conmueven por su condición de fantasmas; cada
acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse
como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo
irrecuperable y de lo azaroso».
8. «El muerto» (1946), de El
Aleph (1949). En 1891, Benjamín
Otálora, compadrito de 19 años de edad, tras asesinar a un hombre, abandona los
suburbios de Buenos Aires para llevarle una carta de recomendación al jefe de
contrabandistas Azevedo Bandeira, en Uruguay. Aún sin encontrarlo, observa una
pelea en la que salva de ser acuchillado, sin saber, al tipo que buscaba, quien
luego lo enrola en sus filas. Otálora lleva la vida dura del gaucho, pero
aspira a más. Hiere a un compañero y toma su lugar. Más tarde, en Montevideo,
le encargan llevarle mate al jefe, enfermo entonces, por quien pierde aprecio.
Conoce, por otro lado, a la compañera de Bandeira, de pelo rojo. Poco después,
es enviado a la lejana estancia El Suspiro, donde trama quedarse con el
caballo, la mujer y el poder del jefe. Se entera de que este llegará pronto
para arreglar algunos asuntos. Se aparece, entonces, Ulpiano Suárez,
guardaespaldas de Bandeira, a quien Otálora le pide unirse contra el jefe.
Bandeira llega y le pide a Suárez que lo mate. Era 1894.
¿Por qué es valioso? Trata la venganza con sutileza. Se interna en la
vida dura de los gauchos con una economía de medios.
9. «Emma Zunz» (1948). En 1922, Emma Zunz, empleada de 18 años
de una fábrica textil, se entera por una carta remitida de Brasil que su padre
se suicidó. Ella decide vengarse del culpable: Aarón Loewenthal, su jefe, quien
maquinó un plan para acusar de desfalco al cajero Emanuel Zunz, padre de Emma.
Ella actúa normal y llama por teléfono a su jefe para delatar en una reunión
que tiene información sobre una futura huelga en la fábrica. Acuerdan conversar
en la noche en el despacho de Loewenthal. Se dirige al puerto, donde se hace pasar
por prostituta y se acuesta con un extranjero que no habla castellano. Luego
se reúne con su jefe, a quien en un descuido lo mata a tiros. Por último, llama a la
Policía para denunciar: «El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de
la huelga... Abusó de mí, lo maté».
¿Por qué es valioso? Construye una venganza de forma inteligente. Vemos cómo un plan
detallado queda perfecto.
irrealidad. «Un atributo de lo infernal es la
irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal
vez».
10. «La casa de
Asterión» (1945), de El Aleph (1949). Asterión describe su hogar, un enorme
laberinto. Cierta vez salió de él, pero sintió temor de los sujetos que
encontró. Así volvió a su residencia («si antes de la noche volví, lo hice por
el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y
aplanadas, como la mano abierta»). Menciona que cada nueve años le ofrendan nueve hombres, para liberar al pueblo de todo mal. Cansado de su
condición, espera con gran deseo la llegada de su «redentor», que lo llevaría
al infinito. El relato acaba con una frase de Teseo: «¿Lo creerás, Ariadna? El
Minotauro apenas se defendió».
¿Por qué es valioso? Recrea la vida del Minotauro de Creta desde puntos de
vista muy inteligentes. Borges vuelve a sorprender con la última línea del
relato, igual que en «Las ruinas circulares» (1940).
escritura. «Como el filósofo, pienso que nada es
comunicable por el arte de la escritura».
11. «El Aleph» (1945), de El
Aleph (1949). Un tal Borges recuerda
la muerte de Beatriz Viterbo, ocurrida en 1929, a quien amó sin ser
correspondido. Cada 30 de abril, día del natalicio de ella, visita su casa de
la calle Garay, Buenos Aires. Ahí, se encuentra con Carlos Argentino Daneri,
primo hermano de la difunta, autor de un libro en proceso que pretende atrapar
el mundo. Para Borges, era «un poema que parecía dilatar hasta lo infinito las
posibilidades de la cacofonía y del caos». Cierto día, Daneri llamó por
teléfono a Borges preocupado porque dos abogados intentan arrebatarle la casa
de calle Garay, en cuyo sótano —le confiesa— se encuentra un extraño objeto que
inspira su largo poema: el Aleph, una esfera de dos a tres centímetros de
diámetro («el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe,
vistos desde todos los ángulos»). Borges visita el lugar y queda maravillado.
El Aleph refleja el mundo entero. Así, vio el alba y la tarde, un cáncer en el
pecho, su dormitorio sin nadie, bisontes, todas las hormigas que hay en la
Tierra. Borges le recomienda abandonar la casa. Tiempo después es derruida. El
poema de Daneri se publicó luego y obtuvo un premio nacional literario.
¿Por qué es valioso? Con una referencia sutil a La Divina Comedia,
una Beatriz inspira al poeta, Borges desciende a un sótano —¿acaso el
infierno?— para conocer un secreto.
lenguaje. «Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo
ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten».
12. «La intrusa» (1970), de El informe
de Brodie (1970). Ocurre en Turdera, en la
segunda mitad del siglo XIX. Cristián y Eduardo Nilsen eran dos hermanos muy
cercanos cuya relación cambia desde que el primero, el mayor de ambos, de
carácter fuerte, lleva a casa a vivir a Juliana Burgos. Ella, «de tez morena y
ojos rasgados», «no era mal parecida». Es tratada como una empleada doméstica. Todo transcurre sin problemas hasta que Eduardo se enamora de ella y siente celos de su hermano. Cierto día, Cristián
le ofrece compartirla y acepta, pero luego un tipo se burla de los hermanos.
Así, la venden a un prostíbulo. Como siguen enamorados de la muchacha, la van a
ver en secreto. Cristián decide llevarla nuevamente a casa, pero, para mantener
el buen trato con su hermano, la mata. «Ahora los ataba otro círculo: la mujer
tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla», dice el narrador.
¿Por qué es valioso? Aunque la mujer es mostrada como un objeto, el cuento tiene grandes virtudes
literarias. Maravillan la economía y el ritmo.
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