25 de mayo de 2019

Seis obras maestras del periodismo estadounidense


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Una mirada al infierno
Hiroshima (1946) | John Hersey

Portada de la revista The New Yorker, agosto de 1946.


Agosto, 1945, Hiroshima, Japón, después de la explosión de la bomba atómica.

Hiroshima (1946), del periodista estadounidense John Hersey, se publicó poco más de un año después de estallar la primera bomba atómica sobre una ciudad. El reportaje se centra en las experiencias de seis sobrevivientes de aquella catástrofe que acabó con la vida de más de cien mil japoneses.
Hiroshima (1946), del periodista estadounidense John Hersey, fue publicado poco más de un año después del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre una ciudad. El reportaje narra las experiencias de seis sobrevivientes de la catástrofe que cobró la vida de más de cien mil japoneses.
Uno de los mayores aciertos de Hersey fue abordar un tema de interés universal: el ataque nuclear de Estados Unidos contra Japón, un episodio clave en la historia contemporánea que provocó la rendición incondicional de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). A través de su relato, Hersey expone los horrores de la tragedia, con el objetivo implícito de evitar que un suceso de tal magnitud vuelva a ocurrir, a pesar de que el autor proviene del país agresor.
Antes de la devastación, Hiroshima tenía una población de 245.000 personas, quienes esperaban un ataque estadounidense, aunque ignoraban su verdadera magnitud. Hersey describe con precisión lo que seis ciudadanos comunes vivieron durante la explosión atómica.
Entre las historias destacadas están la de Toshiko Sasaki (20), una empleada de fábrica que sufre una grave lesión en la pierna izquierda; Terufumi Sasaki (25), un cirujano incansable que trabajaba en un hospital de la Cruz Roja; Hatsuyo Nakamura (34), una viuda que, mientras lucha por sacar adelante a sus tres hijos, ve cómo va perdiendo su cabello; Kiyoshi Tanimoto (36), un reverendo metodista cuya iglesia quedó en ruinas; Wilhelm Kleinsorge (38), un sacerdote alemán que debe viajar a Tokio para recibir tratamiento por extrañas enfermedades; y Masakazu Fujii (50), un médico cuya clínica fue destruida por la hecatombe. El mensaje implícito es claro: en una guerra moderna, esto podría sucederle a cualquiera.
La bomba, bautizada «Little Boy» («Niño Pequeño»), con un poder destructivo superior a 20.000 toneladas de TNT, dejó a la población de Hiroshima mutilada, fracturada, quemada y agonizante. Miles de personas quedaron desfiguradas, vestidas apenas con harapos, rodeadas de edificios destruidos. El caos fue absoluto.
Originalmente publicado en su totalidad en una edición de The New Yorker, el reportaje se estructura en cuatro partes: el momento de la explosión, el incendio y destrucción de la ciudad, los rumores sobre la bomba y el surgimiento inesperado de flores en medio de la devastación.
En 1985, Hersey añadió un epílogo titulado «Las secuelas del desastre», en el que relata lo que sucedió con los seis sobrevivientes, conocidos como hibakushas, en las décadas posteriores al ataque nuclear. En resumen, Hiroshima es un testimonio excepcional y una obra maestra del periodismo.

John Hersey, 1944.

La frase: «El hombre de ahora no es como Dios deseaba. Ha caído en desgracia a través del pecado».



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Intimidades de un cantante
«Sinatra está resfriado» (1966) | Gay Talese

Portada de la revista Esquire, abril de 1966.


Frank Sinatra (1915-1998).

«Sinatra está resfriado» («Frank Sinatra Has a Cold», 1966), publicado en la revista Esquire, sorprende por su maestría en la concisión y su habilidad para integrar detalles fascinantes. Su autor, Gay Talese, construye un perfil excepcional de uno de los mayores íconos de la música estadounidense.
Talese narra la vida de Frank Sinatra cuando estaba a punto de cumplir 50 años, repasando sus éxitos, romances y vínculos, aunque superficiales, con la mafia. Como indica el título, el cantante está enfermo, y bajo esa premisa, Talese afirma: «Sinatra con gripe es como Picasso sin pintura». A pesar de esta fragilidad temporal, el texto no escatima en mostrar al artista como un hombre idolatrado, pero también irascible y temperamental, con una fortuna considerable. 
Para entonces, Sinatra ya había grabado grandes éxitos como «I’ve Got You Under My Skin» (1956) y «Come Fly with Me» (1958). Aunque sentía la presión de la creciente popularidad de The Beatles, seguía siendo un referente para muchas generaciones jóvenes. Llevaba consigo dos divorcios, el segundo con la icónica actriz Ava Gardner, y salía con Mia Farrow, quien era tres décadas menor.
Lo que más impresiona del artículo es la cantidad y calidad de los detalles que Talese distribuye a lo largo de la narrativa, fruto de numerosas entrevistas con personas cercanas al cantante. Detalles tan curiosos como que Sinatra tenía sesenta peluquines invitan a preguntarse cómo obtuvo esa información, especialmente considerando que nunca habló directamente con él. Sin embargo, Talese logra retratar al protagonista de manera integral, mostrando sus diversas facetas.
El lector acompaña a Sinatra en bares de Beverly Hills o Nueva York, en su casa esperando la transmisión de un documental que podría tocar su vida privada, en el set de filmación de una película y en un estudio de NBC grabando un especial con sus éxitos. En resumen, «Sinatra está resfriado» es un ejemplo sublime de periodismo narrativo, una obra que convierte el perfil de una celebridad en pura belleza literaria, merecedora de admiración.

Gay Talese, 1972.

La frase: «¿Alguna vez se han detenido a pensar —entró a decir Sinatra— cómo sería el mundo sin una canción? Sería bastante aburrido».




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Intimidades de un cantante
«El Derby de Kentuky es decadente y depravado» (1970) | Hunter S. Thompson


 
Portada de la revista Scanlan’s Monthly, junio de 1970, la cual incluye el texto de Hunter S. Thompson.

Ilustración con lápiz de cejas y pintalabios de Ralph Steadman.

«El Derby de Kentuky es decadente y depravado» («The Kentucky Derby is Decadent and Depraved», 1970), de Hunter S. Thompson, publicado en la revista Scanlan’s Monthly, es considerado uno de los primeros ejemplos del «periodismo gonzo», donde el autor se convierte en parte de la historia que relata.
En este texto, Thompson describe su experiencia en el famoso evento de carreras de caballos, el Kentucky Derby, pero en lugar de centrarse en la competencia en sí, su enfoque está en la decadencia, el caos y la atmósfera de excesos que lo rodean.
Acompañado por el caricaturista Ralph Steadman, Thompson se sumerge en el ambiente de borrachos, apostadores, celebridades y personajes variopintos que conforman el espectáculo. El relato está lleno de descripciones vívidas y surrealistas de las multitudes, las fiestas y el comportamiento extravagante de los asistentes. El Derby no es tanto una carrera de caballos, sino una representación del estado moral de América, según Thompson.
El estilo caótico de la prosa refleja la experiencia visceral de Thompson y hace que el lector se sienta parte del frenesí que se vive en el Derby. La crónica destaca por su capacidad para combinar observaciones sociales afiladas con humor negro, una habilidad que convierte una simple cobertura periodística en una crítica mordaz de la sociedad y sus costumbres. Utiliza la carrera de caballos como un símbolo de la degeneración de la cultura estadounidense. 
En lugar de centrarse en la competencia deportiva, el autor se detiene en los comportamientos tribales y desinhibidos de los asistentes, representando a la clase alta como un circo de excesos y corrupción moral. Sin embargo, el artículo también ha sido criticado por algunos por su tono nihilista y la falta de un hilo narrativo tradicional, lo que puede hacer que algunos lectores lo encuentren desorganizado o difícil de seguir. A pesar de eso, su enfoque innovador y el estilo único de Thompson hacen de esta pieza una lectura fundamental del periodismo contemporáneo.

Hunter S. Thompson, 1970.

La frase: «¿Alguna vez se han detenido a pensar —entró a decir Sinatra— cómo sería el mundo sin una canción? Sería bastante aburrido».



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El dilema moral
El periodista y el asesino (1990) | Janet Malcolm

Portada del libro, edición estadounidense.

Jeffrey MacDonald con su esposa, Colette Stevenson, y su hija mayor, Kimberley.

Un sujeto acusado de triple crimen toma contacto con un reportero para que escriba un libro sobre su caso. Poco después, este se gana su confianza y le hace creer que ofrecerá una imagen positiva suya, pero no sucede eso. ¿Dónde quedó la ética? En El periodista y el asesino (The Journalist and the Murderer, 1990), la estadounidense Janet Malcolm critica ferozmente su profesión por aprovecharse de la gente.
El 17 de febrero de 1970, en su casa de Carolina del Norte, la esposa embarazada y las dos hijas del doctor Jeffrey MacDonald, quien quedó herido, fueron asesinadas. ¿Quién es el culpable? ¿Acaso los miembros de una secta? Un juicio absolvió al médico, pero al reabrirse su caso este llegó a un acuerdo con Joe McGinniss, interesado en escribir sobre el crimen. 
Poco después, en 1979, la nueva sentencia condenó a MacDonald a la cárcel. Al publicarse Fatal Vision (1983), el esperado libro, el convicto se sorprendió de lo que se decía acerca de él, retratado como un psicópata asesino, y le entabló una demanda a su autor, quien había tenido pleno acceso a información exclusiva durante cuatro años, por fraude e incumplimiento de contrato. El asunto se resolvió en 1987, con el pago de 325 mil dólares.
«Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno», concluye Malcolm.
Publicado en dos entregas, en 1989, en la revista The New Yorker, Malcolm explica su tesis con entrevistas al periodista y al acusado de asesinato, a los allegados, con análisis de libros, con reproducción de cartas y de diálogos de juicios. ¿Qué motivó esa actitud de McGinniss? ¿El dinero y la fama? ¿El amor por la verdad?
El periodista es pintado como un traidor, un sujeto frío, oportunista, cínico, sin compasión, que obra con mala fe, en busca del lucro. William F. Buckley y Joseph Wambaugh, autores de cierto reconocimiento, declararon en el juicio que es perfectamente correcto engañar al entrevistado, pues la responsabilidad última no es con él, sino con el libro. ¿Es así siempre? Malcolm remueve conciencias, motiva la discusión.
  
Janet Malcolm, 1981.

La frase: «Mientras el novelista, sin temor alguno, se lanza al agua y se expone al público por entero, el periodista permanece tembloroso en la orilla con su traje de baño».



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Pasión y genio
«El hombre que cae» (2003) | Tom Junod


Portada de la revista Esquire, setiembre de 2003.

Páginas iniciales del texto de Tom Junod en Esquire. A la izquierda se observa la fotografía tomada por Richard Drew (9:41 de la mañana del 11 de setiembre de 2001), durante los atentados contra las Torres Gemelas, en el World Trade Center, Nueva York.

«El hombre que cae» («The Falling Man», 2003), de Tom Junod, publicado en la revista Esquirees un emotivo y reflexivo texto periodístico centrado en una de las imágenes más icónicas del 11 de setiembre de 2001: la fotografía tomada por Richard Drew de un hombre cayendo desde una de las Torres Gemelas. 
Junod examina no solo la identidad del hombre que cayó, sino también el impacto emocional y moral de la imagen en la sociedad. Explora la dificultad de procesar visualmente y emocionalmente una tragedia de tal magnitud, y cómo esa imagen, en particular, desafía nuestra capacidad para enfrentar la realidad de la muerte y el horror. 
El periodista se sumerge en los intentos de identificar al hombre y en las reacciones de sus posibles familiares, quienes buscan evitar que el hombre sea recordado de esa manera, luchando contra la crudeza de la verdad que la imagen representa.
El texto logra transformar una imagen momentánea en una profunda reflexión sobre la muerte, el duelo y la naturaleza humana. La estructura es tanto periodística como filosófica, lo que permite al lector confrontar las realidades incómodas que muchas veces preferimos evitar. El estilo narrativo de Junod es directo pero conmovedor, lo que añade una capa emocional que eleva el ensayo más allá de un simple análisis de la fotografía. La empatía con la que aborda el tema, sin sensacionalismo, es uno de los puntos más destacados del texto, logrando un equilibrio entre el respeto por las víctimas y el análisis cultural de la tragedia.
«El hombre que cae» es una pieza que, en su aparente sencillez, revela capas complejas de significado. Junod enfrenta un reto difícil: escribir sobre una tragedia que marcó profundamente la psique colectiva. Su enfoque se aleja de la mera descripción de los hechos y entra en el terreno de la reflexión sobre lo que significa observar, recordar y procesar eventos traumáticos. 
Sin embargo, algunos críticos han señalado que el ensayo, al centrarse en la identidad del hombre, podría desviar la atención de las miles de víctimas en su totalidad, tratando de encontrar respuestas en un solo individuo cuando el alcance de la tragedia es mucho mayor. Cerca de 3.000 personas murieron en los atentados, cometidos aquel día por el grupo terrorista Al Qaeda. Aún así, la virtud de Junod es precisamente su habilidad para personalizar un momento histórico sin reducir su complejidad.
El texto se mantiene como una pieza literaria y periodística de gran relevancia, no solo por su impacto emocional, sino porque invita a la reflexión sobre el papel de la fotografía en el testimonio de las tragedias humanas, y cómo elegimos recordar y honrar a las víctimas.


Tom Junod. Foto: Hannah Brigida Infantado.

La frase: «¿Alguna vez se han detenido a pensar —entró a decir Sinatra— cómo sería el mundo sin una canción? Sería bastante aburrido».




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Pasión y genio
«Roger Federer como experiencia religiosa» (2006) | David Foster Wallace

Portada del suplemento «Play Magazine», del diario The New York Times, 20 de agosto de 2006.

Roger Federer en la final de Wimbledon 2006 ante Rafael Nadal.

«Roger Federer como experiencia religiosa» («Federer As Religious Experience», 2006), de David Foster Wallace, publicado en suplemento «Play Magazine», del diario The New York Times, examina la figura del suizo Roger Federer no solo como un tenista excepcional, sino también como un símbolo de una experiencia casi religiosa. Wallace utiliza el contexto del tenis para explorar temas más profundos sobre la belleza, la perfección y la búsqueda de significado en la vida. 
Wallace describe la final de Wimbledon 2006 entre Federer y el español Rafael Nadal. El autor destaca el estilo de juego del primero, su elegancia en la cancha y cómo estos elementos crean una experiencia sublime para el espectador. También reflexiona sobre el impacto del deporte en la cultura contemporánea y la forma en que los atletas pueden convertirse en figuras casi mitológicas. Además, menciona las emociones que el tenis puede evocar, tanto en los jugadores como en los aficionados, sugiriendo que el deporte tiene el potencial de unir a las personas en una experiencia compartida.
A medida que avanza el texto, Wallace medita sobre la naturaleza del éxito, la presión que enfrentan los atletas y el significado de la excelencia en el deporte, haciendo paralelismos con la espiritualidad y la búsqueda de la trascendencia.
«Roger Federer como experiencia religiosa» fusiona la crítica cultural con una profunda apreciación por el arte del deporte. Wallace no solo celebra la habilidad técnica de Federer, sino que también plantea preguntas filosóficas sobre lo que significa ser humano y cómo el arte y el deporte pueden elevar nuestra existencia. Su prosa es aguda, a menudo introspectiva, y presenta una mezcla de admiración y análisis crítico que invita al lector a reflexionar sobre su propia relación con el deporte.
Estamos ante un excelente ejemplo del estilo distintivo de Wallace, que combina la erudición con la accesibilidad. Sin embargo, algunos lectores pueden encontrar que su enfoque se pierde en divagaciones filosóficas que, aunque interesantes, pueden alejarse del tema principal del tenis. Por otro lado, la exploración de la figura de Federer como un ícono cultural y religioso puede parecer excesiva o inapropiada para algunos, que podrían argumentar que el deporte no debe ser elevado a tales niveles de significación. A pesar de esto, la capacidad de Wallace para articular la belleza del tenis y su resonancia emocional en la vida de las personas es innegable, haciendo de este ensayo una lectura obligada para aficionados al deporte y a la literatura por igual.


David Foster Wallace, 2006. Foto: AFP.

La frase: «¿Alguna vez se han detenido a pensar —entró a decir Sinatra— cómo sería el mundo sin una canción? Sería bastante aburrido».

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