La responsabilidad
del vidente
Edición portuguesa.
En la novela
Ensayo sobre la ceguera (Ensaio
sobre a cegueira, 1995), del portugués José Saramago, se ofrece un mundo de
ciegos en el que el vidente tiene la responsabilidad de guiar. La protagonista,
«la mujer del médico», intenta orientar a un grupo de invidentes en un ambiente
de caos absoluto.
Varias pandemias
han castigado a la humanidad. La tifoidea, la viruela y la peste bubónica son algunos
flagelos. Esta última, por ejemplo, causó en el siglo XIV la muerte de 25 millones
de europeos. Igual número de personas falleció en el mundo por la «gripe española»
a fines de la década de 1910. Estas experiencias muestran la debilidad del ser humano.
Ediciones en francés, alemán, inglés y castellano.
En la novela
de Saramago, una persona pierde la vista repentinamente frente a un semáforo, mientras
conducía su auto. Es uno de los primeros casos de la enfermedad. Para evitar la
propagación del mal, aíslan a seis personas en un nosocomio abandonado. Aquí cobra
importancia «la mujer del médico», que fingía ceguera, pues asume la responsabilidad
de aliviar esta tragedia que se expande rápidamente. Si El perfume (Das Parfum, 1985), del alemán Patrick
Süskind, exalta el sentido del olfato del protagonista, esta novela del portugués
elimina la visión de sus personajes para lanzar dardos contra el egoísmo.
El polémico
crítico estadounidense Harold Bloom ha dicho acerca de esta obra: «José Saramago
siempre ha sido audazmente imaginativo como novelista. Ensayo sobre la ceguera es su más sorprendente e inquietante libro.
Es una fantasía tan persuasiva que deja boquiabierto al lector al darse cuenta de
cuán frágil es y será nuestra condición social. Es una novela que perdurará».
En cuanto a
un pueblo atacado por una enfermedad, hay novelas anteriores que tratan este tema: Diario del año de la peste (A Journal of the Plague Year, 1722),
del inglés Daniel Defoe; La peste (1947), del francés Albert Camus; El amor en los tiempos del cólera (1985), del colombiano Gabriel García Márquez.
¿Cuál es la
diferencia? En el libro de Saramago, en medio de la desgracia, hay gente que saca
provecho de lo material y de lo sexual de un modo miserable. Un sujeto, llamado
irónicamente «el samaritano», ofrece ayuda al parecer de forma desinteresada «al
primer ciego», pero se descubre después que lo hizo para robarle el auto.
En el nosocomio
donde son encerradas las personas que pierden la vista, veinte ciegos controlan
la comida. Piden objetos de valor y sexo con mujeres a cambio de alimentos. Al palpar
a «la chica de las gafas oscuras», el jefe de estos pervertidos afirma: «Olé, nos
tocó el gordo, ganado como este no había aparecido nunca por aquí». En este contexto,
el ser humano se degrada de una forma espantosa.
Pese a la situación
extrema, hay esperanza. «El primer ciego» dice al inicio: «Si voy a quedarme así
para siempre, me mato». Sin embargo, eso no ocurrirá, pues intenta adaptarse a las
circunstancias. La compasión, el desprendimiento y la fraternidad son cualidades
del ser humano que la obra resalta. Esto no tiene que ver con alguna religión. Saramago
fue un ateo confeso. Es más, la Iglesia católica se enfureció con la publicación
de su novela El Evangelio según Jesucristo (O Evangelho Segundo Jesus Cristo, 1991),
a la que acusó de blasfema.
Alice Braga
(la tercera, «la chica de las gafas oscuras»), Danny Glover (el cuarto, «el viejo
de la venda negra»), Mark Ruffalo (el quinto, «el médico») y Julianne Moore (la
sexta, «la mujer del médico») en la adaptación de la novela, estrenada en 2008.
En una entrevista
concedida al diario portugués Público,
en 2008, el narrador portugués señaló que deseaba ser recordado por un solo pasaje
de Ensayo sobre la ceguera. En esta
escena, un perro se aproxima a «la mujer del médico», que llora porque no encuentra
a su grupo, y le lame el rostro. «Es uno de los momentos más bellos de mi obra y
me gustaría ser recordado como el escritor que creó el personaje del perro de las
lágrimas. Lo digo por primera vez, si en el futuro alguien busca al escritor que
dejó ese pasaje en su obra. Es el mensaje de la compasión, de la mujer que intenta
salvar al grupo en que está su esposo y el perro se aproxima a un ser humano y,
como no puede hacer más nada, bebe de sus lágrimas», declaró.
Un aspecto llamativo
en varios libros de Saramago es su imagen del poder. «Nadie llega tan alto en la
vida militar sin tener razón en todo cuanto piensa, dice y hace», asegura el narrador
en cierto pasaje. En otro momento afirma: «Hemos podido ver con qué crueldad quitaron
los fuertes el pan de la boca de los débiles». ¿Acaso las sucesivas dictaduras que
sufrió Portugal en el siglo XX tienen relación con esta mirada? En este pequeño
país ibérico, por buen tiempo, de 1925 a 1975, no se conocieron elecciones libres,
y, de 1926 a 1986, quienes gobernaron fueron hombres con botas y fusil.
La novela, sin
embargo, jamás menciona explícitamente en qué país se desarrolla la historia. Tampoco
se dice en qué año se desenvuelve, pero sin duda es en tiempos recientes, pues en
un pasaje se menciona el sida. Los localismos, asimismo, han sido dejados de lado.
El lenguaje es estándar, literario, tal vez porque el autor intenta que el relato
pueda ambientarse en cualquier parte. Así, quizá pretenda un alcance atemporal y
universal. Del mismo modo, nunca se sabe el nombre de los personajes, solo se dice:
«el primer ciego», «la mujer del primer ciego», «el médico», «la mujer del médico»,
«el viejo de la venda negra», «la chica de las gafas oscuras», «el niño estrábico».
En relación
con los diálogos, Saramago los presenta luego de una coma, no después de un guion,
de dos puntos o de comillas, como es costumbre. Para muestra, un botón. En un pasaje
«la mujer del médico» y «la chica de las gafas oscuras» intercambian palabras: «Hoy
es hoy, mañana será mañana, y es hoy cuando tengo la responsabilidad, no mañana,
si estoy ciega ya, Responsabilidad de qué, La responsabilidad de tener ojos cuando
los otros los han perdido, No puedes guiar ni dar de comer a todos los ciegos del
mundo, Debería, Pero no puedes, Ayudaré en todo lo que esté a mi alcance». Esta
técnica a veces dificulta la identificación de quien habla. Por otro lado, los párrafos
son extensos; a veces de una sola oración, lo que exige algo más de atención.
Un punto en
contra del libro que se debe resaltar es que hay hechos difíciles de creer. Por
ejemplo, que las trescientas personas recluidas pasen hambre. Es una cantidad reducida
para cualquier Estado. ¿A nadie se le ocurrió vender las joyas de los que perdían
la vista o sus inmuebles? ¿Las personas en cuarentena no tenían familiares que les
enviaran comida? Tampoco hay lógica en la forma como pierden o recuperan la vista
las personas. ¿Por qué «la mujer del médico» fue la única que no contrajo el mal?
El narrador omnisciente parece tener la respuesta cuando dice, acerca de cómo dos
personajes ciegos encontraron el camino para reunirse con sus compañeros: «No vale
la pena buscar explicaciones, las conjeturas son libres». Sin embargo, es muy reflexivo
en otros temas. El libro es abundante en comentarios acerca de cualquier asunto.
Uno de ellos dice: «De esa masa estamos hechos, mitad indiferencia y mitad ruindad».
Con una aparente
sencillez, Saramago consigue en Ensayo
sobre la ceguera una novela admirable
contra el egoísmo, la irresponsabilidad, la deshumanización.
José Saramago, 2009 (Reuters).
La frase:
LLANTO. «Todos
tenemos nuestros momentos de flaqueza, menos mal que todavía somos capaces de llorar,
el llanto muchas veces es una salvación, hay ocasiones en que moriríamos si no
llorásemos» (Ensayo sobre la ceguera,
José Saramago).
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